Para "ver muchas leguas de tierra, columbrar el mar lejano, contemplar a sus pies los pueblos..."

jueves, 26 de junio de 2014

ALREDEDOR DEL EMBALSE DE RIAÑO



Desde Anciles hasta Liegos por tres municipios de la comarca leonesa de Valdeburón

            El río Esla es el afluente más importante del Duero; su cuenca vertebra de norte a sur las provincias de León y Zamora. Es el río que los romanos nombraban como Ástura y de él reciben su nombre los ástures o astures, que los romanos atribuían a los habitantes que ocupaban las tierras de ambas vertientes de la Cordillera, aunque finalmente sólo los astures transmontanos hayan conservado el nombre para nuestra Asturias actual.
            Nace el Esla (Ástura-Estura-Estola-Estla-Esla) en la vertiente sur del puerto de Tarna y junto con sus afluentes llena dos grandes embalses: en la provincia de Zamora, próximo a su desembocadura, el de Ricobayo que es por su capacidad el segundo de la cuenca del Duero; mucho más cerca de su nacimiento, en el corazón del territorio de los astures cismontanos, sus aguas se disuelven en el embalse de Riaño, el tercero de la cuenca del Duero también por su capacidad.
            Este embalse de Riaño, cuya construcción dio comienzo en 1965 aunque su puesta en servicio se demoró hasta 1988, es un precioso mar interior desde el que se contemplan las más llamativas cumbres de la conocida como Montaña Oriental de León, y cuya superficie de agua embalsada puede divisarse desde los collados, majadas y brañas de las tierras que lo rodean: lo pudimos comprobar realizando esta caminata propuesta para el grupo La Peñuca por Domingo Melero.

Desde el Club Náutico de Riaño, el embalse y las montañas que recorreremos

Fue un recorrido largo y bien exigente; a mi entender una de las caminatas más exigentes de cuantas he comentado aquí en los últimos meses: se parte de los 1 100 metros de altitud, la cota del nivel del agua en el embalse, para alcanzar sin demora los 1 569 metros; luego, tras un breve cresteo alternando trepadas y destrepes, descendemos de nuevo al nivel del agua, para más tarde alcanzar una altura similar a la cota anterior (1 553 metros) y terminar tras largo y definitivo descenso junto al embalse. Pero en todo caso, un recorrido cuya exigencia, lejos de desanimar al caminante, le añade por la variedad y belleza de los terrenos recorridos un interés que intentaremos reflejar con más detalle.

Uno de los pasos difíciles del camino

Para iniciar la caminata en Anciles fue necesario trasladarnos allí en barco desde el puerto del Club Náutico de la villa de Riaño. Son unos treinta minutos de navegación, pasando primero bajo el viaducto de la N-621, justo al lado del pilar que, al decir del barquero, se levanta desde la plaza mayor del viejo Riaño sumergido bajo las aguas. Luego el barco toma rumbo sur, enfila el valle por donde pasaba junto al río la antigua carretera nacional y vira a la derecha por el estrecho de Bachende para recorrer el valle de Anciles, donde hubo un pueblo que como otros -Huelde, Salio, el viejo Riaño- hoy se encuentra bajo las aguas.

El valle de Anciles desde el barco

            Aquí, en un lugar del valle de Anciles, se realiza el desembarco y, mochila a la espalda, comienza el camino por una buena pista que va ganando altura hasta un altozano donde hay un puesto de observación para la guardería de montaña. Entonces abandonamos la pista para seguir por una senda cada vez más empinada, en un continuo subir sólo interrumpido por tres collados que sirven de alivio al caminante. Desde la primera collada a 1 335 metros de altitud ya tenemos una buena panorámica del embalse hasta la presa de la Remolina que lo cierra al sur en el término municipal de Crémenes; al llegar al tercer collado (1 520 metros), tenemos sobre nosotros las peñas del Cueto Nebloso (1 569 metros), y un último esfuerzo con alguna trepadina nos permite alcanzar su cumbre.

El embalse, siempre presente en la subida hacia el Cueto Nebloso

            Esta cumbre del Nebloso es un balcón privilegiado sobre la totalidad del embalse: en la base misma del cueto, la isla que se yergue en la embocadura del canal sur; frente a nosotros, la villa de Riaño, el viaducto y la carretera que va hacia Cantabria por San Glorio; y mucho más a lo lejos, las cumbres de la montaña palentina. Sin duda, un buen lugar para el disfrute, y así nosotros decidimos ocuparnos también de la comida y la conversación: un error, en mi modesta opinión, pues apenas hemos recorrido la cuarta parte y aún se ve largo el camino por andar.
            Descendemos bordeando las peñas del cueto hasta la Colladina Flor que dejamos a nuestra izquierda para entrar en el monte El Tendero: un frondoso hayedo que ofrece sombra y excelente piso para descender raudos hasta el fondo del valle Tendeña, por donde corre hacia el embalse el arroyo del mismo nombre. Cruzamos el arroyo y ya estamos de nuevo al nivel del agua del embalse; si volvemos la vista atrás, contemplamos el bosque que acabamos de recorrer y la cara norte del Cueto Nebloso, mucho más vertical y escarpada que la sur por donde nosotros ascendimos.

Es fácil y agradable el camino por el hayedo

            Tras un buen trecho caminando por cómoda senda al borde del embalse, pasados los Carbajales, comenzamos de nuevo a ganar altura; en la collada del Avellanal y la majada que se extiende bajo la peña Los Doblos, encontramos los primeros rebaños de ganado vacuno. El camino se empina de nuevo, cruzamos la braña de Sobrepeña con restos de cabañas derruidas y, por buena senda empedrada, alcanzamos la collada El Castro (1 233 metros), donde hay un panel distribuidor de ondas y algo más arriba una cabaña de la guardería de montaña.

 El camino al borde del embalse

            Desde aquí todo es ascenso por pradería con abundancia de ganado y donde podemos abastecernos de agua fresca en la oportunas fuentes con abrevaderos; hasta que, cruzando la valla de separación de pastos, en el cerro del Hoyo de los Corderos (1 553 metros) alcanzamos la segunda cota de altura de la jornada. Dejamos atrás el término municipal de Riaño y entramos en el de Burón, cuya villa municipal divisamos al fondo. Desde el cerro, otro mirador privilegiado, podemos ver también el puente de los Torteros, la N-625 que va hacia el puerto del Pontón, y también al lado del embalse, el pueblo de Vegacerneja.
            Dejamos a nuestra izquierda el pico Burín y la Peña el Aguila, y nos aprestamos al descenso definitivo, de nuevo por otro hayedo que recorre el monte La Pared; ya en el llano, atravesamos el arroyo Burín y estamos de nuevo al lado del embalse.


Panorámica de Burón junto al embalse

        Al cruzar una nueva valla por su correspondiente portilla, entramos en el término municipal de Acebedo, el tercero en nuestro recorrido por esta comarca de Valdeburón. Pasamos por un puente sobre el río Belluco a punto de entregar sus aguas al embalse, y alcanzamos una buena pista de tierra que es el Camino de San Pelayo; por él está marcado el PR LE-32 Liegos-Acebedo desde la villa municipal hasta el pueblo de Liegos, hacia donde nos encaminamos en busca del final.
            El camino bordea el Prado Yuso, amplia y hermosa pradería de siega que se extiende hasta la entrada del pueblo; lástima que, por la premura del tiempo, lo recorriéramos al galope, sin contemplar siquiera la belleza de la hierba crecida. Eso sí, inevitable fue volver la vista atrás para contemplar a nuestra espalda la mole del pico Yordas, envidia para los amantes de las más altas cumbres y los más empinados riscos.

Extraordinaria panorámica del embalse desde la cumbre del Cueto Nebloso.
 Al fondo, en la montaña palentina, destaca el pico Espigüete


                        (El grupo de montaña La Peñuca de Gijón realizó esta ruta el sábado, 21 de junio de 2014)

Las fotos son de Juan Lobelle

No hay comentarios:

Publicar un comentario