Desde Anciles hasta Liegos por tres
municipios de la comarca leonesa de Valdeburón
El
río Esla es el afluente más importante del Duero; su cuenca vertebra de norte a
sur las provincias de León y Zamora. Es el río que los romanos nombraban como
Ástura y de él reciben su nombre los ástures o astures, que los romanos
atribuían a los habitantes que ocupaban las tierras de ambas vertientes de la Cordillera, aunque
finalmente sólo los astures transmontanos hayan conservado el nombre para
nuestra Asturias actual.
Nace
el Esla (Ástura-Estura-Estola-Estla-Esla) en la vertiente sur del puerto de
Tarna y junto con sus afluentes llena dos grandes embalses: en la provincia de Zamora,
próximo a su desembocadura, el de Ricobayo que es por su capacidad el segundo
de la cuenca del Duero; mucho más cerca de su nacimiento, en el corazón del
territorio de los astures cismontanos, sus aguas se disuelven en el embalse de
Riaño, el tercero de la cuenca del Duero también por su capacidad.
Este
embalse de Riaño, cuya construcción dio comienzo en 1965 aunque su puesta en
servicio se demoró hasta 1988, es un precioso mar interior desde el que se
contemplan las más llamativas cumbres de la conocida como Montaña Oriental de
León, y cuya superficie de agua embalsada puede divisarse desde los collados,
majadas y brañas de las tierras que lo rodean: lo pudimos comprobar realizando esta caminata propuesta
para el grupo La Peñuca
por Domingo Melero.
Desde el Club Náutico de Riaño, el embalse y las montañas que recorreremos
Fue un
recorrido largo y bien exigente; a mi entender una de las caminatas más
exigentes de cuantas he comentado aquí en los últimos meses: se parte de los 1 100 metros de
altitud, la cota del nivel del agua en el embalse, para alcanzar sin demora los
1 569 metros;
luego, tras un breve cresteo alternando trepadas y destrepes, descendemos de
nuevo al nivel del agua, para más tarde alcanzar una altura similar a la cota
anterior (1 553 metros)
y terminar tras largo y definitivo descenso junto al embalse. Pero en todo caso,
un recorrido cuya exigencia, lejos de desanimar al caminante, le añade por la
variedad y belleza de los terrenos recorridos un interés que intentaremos
reflejar con más detalle.
Uno de los pasos difíciles del camino
Para iniciar la
caminata en Anciles fue necesario trasladarnos allí en barco desde el puerto
del Club Náutico de la villa de Riaño. Son unos treinta minutos de navegación,
pasando primero bajo el viaducto de la
N-621, justo al lado del pilar que, al decir del barquero, se
levanta desde la plaza mayor del viejo Riaño sumergido bajo las aguas. Luego el
barco toma rumbo sur, enfila el valle por donde pasaba junto al río la antigua
carretera nacional y vira a la derecha por el estrecho de Bachende para
recorrer el valle de Anciles, donde hubo un pueblo que como otros -Huelde,
Salio, el viejo Riaño- hoy se encuentra bajo las aguas.
El valle de Anciles desde el barco
Aquí,
en un lugar del valle de Anciles, se realiza el desembarco y, mochila a la
espalda, comienza el camino por una buena pista que va ganando altura hasta un
altozano donde hay un puesto de observación para la guardería de montaña.
Entonces abandonamos la pista para seguir por una senda cada vez más empinada,
en un continuo subir sólo interrumpido por tres collados que sirven de alivio
al caminante. Desde la primera collada a 1 335 metros de
altitud ya tenemos una buena panorámica del embalse hasta la presa de la Remolina que lo cierra al
sur en el término municipal de Crémenes; al llegar al tercer collado (1 520 metros), tenemos
sobre nosotros las peñas del Cueto Nebloso (1 569 metros), y un
último esfuerzo con alguna trepadina nos permite alcanzar su cumbre.
El embalse, siempre presente en la subida hacia el Cueto Nebloso
Esta
cumbre del Nebloso es un balcón privilegiado sobre la totalidad del embalse: en
la base misma del cueto, la isla que se yergue en la embocadura del canal sur;
frente a nosotros, la villa de Riaño, el viaducto y la carretera que va hacia
Cantabria por San Glorio; y mucho más a lo lejos, las cumbres de la montaña
palentina. Sin duda, un buen lugar para el disfrute, y así nosotros decidimos
ocuparnos también de la comida y la conversación: un error, en mi modesta
opinión, pues apenas hemos recorrido la cuarta parte y aún se ve largo el
camino por andar.
Descendemos
bordeando las peñas del cueto hasta la Colladina Flor que
dejamos a nuestra izquierda para entrar en el monte El Tendero: un frondoso
hayedo que ofrece sombra y excelente piso para descender raudos hasta el fondo
del valle Tendeña, por donde corre hacia el embalse el arroyo del mismo nombre.
Cruzamos el arroyo y ya estamos de nuevo al nivel del agua del embalse; si
volvemos la vista atrás, contemplamos el bosque que acabamos de recorrer y la
cara norte del Cueto Nebloso, mucho más vertical y escarpada que la sur por
donde nosotros ascendimos.
Es fácil y agradable el camino por el hayedo
Tras
un buen trecho caminando por cómoda senda al borde del embalse, pasados los
Carbajales, comenzamos de nuevo a ganar altura; en la collada del Avellanal y
la majada que se extiende bajo la peña Los Doblos, encontramos los primeros
rebaños de ganado vacuno. El camino se empina de nuevo, cruzamos la braña de
Sobrepeña con restos de cabañas derruidas y, por buena senda empedrada,
alcanzamos la collada El Castro (1 233 metros), donde hay un panel distribuidor
de ondas y algo más arriba una cabaña de la guardería de montaña.
El camino al borde del embalse
Desde
aquí todo es ascenso por pradería con abundancia de ganado y donde podemos
abastecernos de agua fresca en la oportunas fuentes con abrevaderos; hasta que,
cruzando la valla de separación de pastos, en el cerro del Hoyo de los Corderos
(1 553 metros)
alcanzamos la segunda cota de altura de la jornada. Dejamos atrás el término
municipal de Riaño y entramos en el de Burón, cuya villa municipal divisamos al
fondo. Desde el cerro, otro mirador privilegiado, podemos ver también el puente
de los Torteros, la N-625
que va hacia el puerto del Pontón, y también al lado del embalse, el pueblo de
Vegacerneja.
Dejamos
a nuestra izquierda el pico Burín y la
Peña el Aguila, y nos aprestamos al descenso definitivo, de
nuevo por otro hayedo que recorre el monte La Pared; ya en el llano, atravesamos el arroyo Burín
y estamos de nuevo al lado del embalse.
Panorámica de Burón junto al embalse
Al
cruzar una nueva valla por su correspondiente portilla, entramos en el término
municipal de Acebedo, el tercero en nuestro recorrido por esta comarca de
Valdeburón. Pasamos por un puente sobre el río Belluco a punto de entregar sus
aguas al embalse, y alcanzamos una buena pista de tierra que es el Camino de
San Pelayo; por él está marcado el PR LE-32 Liegos-Acebedo desde la villa municipal hasta el pueblo de Liegos, hacia donde nos encaminamos en busca del
final.
El
camino bordea el Prado Yuso, amplia y hermosa pradería de siega que se extiende
hasta la entrada del pueblo; lástima que, por la premura del tiempo, lo recorriéramos
al galope, sin contemplar siquiera la belleza de la hierba crecida. Eso sí,
inevitable fue volver la vista atrás para contemplar a nuestra espalda la mole
del pico Yordas, envidia para los amantes de las más altas cumbres y los más
empinados riscos.
Extraordinaria panorámica del embalse desde la cumbre del Cueto Nebloso.
Al fondo, en la montaña palentina, destaca el pico Espigüete
(El grupo de montaña La Peñuca de Gijón realizó esta ruta el sábado, 21 de junio de 2014)
Las fotos son de Juan Lobelle
No hay comentarios:
Publicar un comentario