Para "ver muchas leguas de tierra, columbrar el mar lejano, contemplar a sus pies los pueblos..."

lunes, 30 de abril de 2012

COSECHA DE LECTURAS (III)

 

            La boca pobre es una expresión irlandesa que se refiere a alguien que siempre habla mostrando sus quejas, sus muchas dificultades y problemas. Así es el título de una novela (La boca pobre; Flann O´Brien. Edic. del Serbal, Barcelona, 1989. Traducción del irlandés de Antonio Rivero Tarabillo) que informa sobre los gaélicos de Corca Corcha, una región donde llueve todos los días; allí donde las personas viven “en el fondo de la casa” durmiendo sobre lechos de juncos y los niños crecen “entre cenizas”; gentes que “nunca habrá otras como ellas”: una frase que aparece con frecuencia a lo largo de la narración. Es un relato plagado de anécdotas como cuando pasó por el pueblo un inspector de enseñanza que, al ver cómo vivían en una misma estancia personas y animales, les explicó lo fácil que les resultaría construir un pequeño cobertizo separado de la casa. En efecto, con la ayuda de los vecinos construyeron “un hermoso cobertizo en las proximidades de la casa”; mas “cuando mi abuela, dos hermanos míos y yo mismo llevábamos dos noches en el cobertizo, estábamos tan helados y profundamente empapados que fue un milagro que no desapareciésemos para siempre; y no encontramos alivio hasta que no regresamos a nuestra propia casa y estuvimos de nuevo confortablemente instalados entre el ganado”. Y es que “las cosas no son siempre como uno imagina”, concluye el narrador.
            Flann O´Brien es uno de los seudónimos de Brian O Nualláin (1911-1966), escritor  irlandés nacido en Ulster y afincado en Dublín donde ejerció como funcionario y articulista. Es un escritor muy valorado en Irlanda, aunque no tan conocido fuera de su país. En esta cosecha de lecturas quiero narrar, aunque de forma resumida ya que en el libro ocupa  más de dos páginas, el diálogo de un abuelo con su nieta, representativo del hablar con la boca pobre:

Un abuelo llega a casa sudoroso y asustado cuando ya comienza a caer la noche y se dirige a su nieta:
- Hija mía, no creo que debamos preocuparnos más por la cosecha ni si los animales se crían adecuadamente. Estoy seguro que esta noche se acabará el mundo.
- ¿Cómo es eso, abuelo?
- Seguro que se acabará el mundo, pues he visto signos prodigiosos.
- ¿Signos prodigiosos? ¿Acaso, abuelo, has visto gatos que ladraban, perros que maullaban o hasta quizás un caballo que se dirigía a las personas con palabras?
- No hija no, no, signos más prodigiosos aún. Cuando venía por el sendero que conduce hasta esta casa, me encontré con un caballero bien trajeado. Me aparté con rapidez a la cuneta para dejarle pasar, pues como te digo era un gran caballero… y entonces sucedió. Sucedió lo nunca visto, el signo prodigioso.
- ¿Qué sucedió, abuelo?
- Pues que aquel gran caballero me habló. Sí, me habló a mí.
- ¿Te habló, abuelo? En verdad es algo prodigioso.
- Pero es que me habló… en gaélico, hija mía.
- En verdad abuelo, hay cosas que superan los límites de lo creíble. Si es verdad eso -le dice finalmente la nieta-, no viviremos ni una noche más y hoy será sin duda el fin del mundo.