Desde
Salentinos hasta su braña y el alto de la Carranca en la sierra de Gistredo
El
río Sil, principal afluente del Miño, nace al pie de Peña Orniz, en la
vertiente sur de la cordillera Cantábrica cerca del pueblo de La Cueta en la Babia alta, el pueblo más
alto (1.460 metros)
de la provincia de León. Cuando
atraviesa la comarca leonesa del Bierzo, el río presta su nombre como apellido
a muchos municipios y pueblos por donde pasa: Páramo, Palacios, Vilariño, Tejedo,
Argayo… todos del Sil.
A
estas tierras del Sil acudimos a propuesta de Emilio Alegre para caminar por la
sierra de Gistredo y algunas de sus cumbres señeras; pero si bien es cierto que
en muchas ocasiones habíamos escuchado en los informativos meteorológicos que
una fuerte borrasca desde el Atlántico cruzaría el Bierzo para barrer todo el norte
de España, ésta fue la ocasión de comprobarlo sobre el terreno. Y si esa misma
borrasca con fuerte viento, lluvia y niebla nos impidió llegar a las cumbres
previstas, no fue impedimento para realizar una parte del camino, aunque
empapados y sin poder apreciar por la niebla la totalidad de este bello
paisaje.
La
caminata comienza y termina en el pueblo de Salentinos, en el municipio de
Páramo del Sil, hasta finales del siglo XIX nombrado como Ribas del Sil
d’Abaxo, según consta en la copia de un documento fechado en 1780 y expuesto en
el bar del pueblo. Salentinos es un pueblo alargado a la vera del río de su
mismo nombre, con casas de piedra y techumbre de pizarra bien conservadas.
Desde allí parte el PR. LE-45 Ruta del Catoute que, tras pasar por la cumbre de
este pico, finaliza en Colinas del Campo de Martín Moro Toledano, tal vez el
pueblo de España con el nombre más largo.
Rincón a la salida de Salentinos
En
la primera parte de nuestra caminata seguimos este PR sobre una pista que por
la margen izquierda del río Salentinos recorre su precioso valle. El camino
fácil y agradable va ganando altura de forma suave, atravesamos varias
portillas para el ganado y pasamos junto a tres fuentes: el manantial de
Brañavieja, las Fontainas y la de las Chábanas (por las chábanas, llábanas o tejas
de pizarra que la cubren). Esta última fuente nos anuncia la llegada a la braña
de Salentinos; amplia, con prados cercados de piedra, varias cabañas y hasta un
refugio del Distrito Forestal de León en el que nos detendremos a la vuelta.
Al
salir de la braña, abandonamos la pista y el cauce del río que baja de la falda
del pico Catoute. Nuestro camino toma una senda empinada que sube hasta la
braña de Campogrande, dejando a la izquierda el bosque de Teixedor y a la
derecha, el Teso de los Griegos, donde los romanos tuvieron explotaciones
mineras de oro.
La braña de Salentinos y el valle por donde caminamos
Pasado
Campogrande, la senda desaparece y caminamos por entre los piornales, en fuerte
pendiente, hasta la campera de la Carranca.
Al llegar aquí, la lluvia que nos acompaña desde Salentinos
se convierte en fuerte aguacero con niebla y viento que sopla por la vertiente noroeste
de la sierra; a malas penas nos permite caminar por la crestería, que está
señalizada con una sucesión de mojones, hasta el alto de la Carranca a 1.886 metros de
altitud.
La
propuesta inicial de Emilio Alegre consistía en seguir cresteando para
ascender primero al pico Chao, luego al de Braña la Pena y por último al de
Valdeiglesias, la cumbre de la sierra. Parados en el alto la Carranca, y ante la
fuerte ventisca y la niebla que cubre toda la crestería, el grupo secunda la
opinión del guía y su presidente de acortar el camino, iniciando desde este
mismo punto el regreso.
Mojones que indican el camino por la crestería
Así
pues, comenzamos el descenso por un sendero entre los piornales hasta
Campogrande y, más abajo, a la braña de Salentinos. En esta braña está el
refugio siempre abierto a ganaderos y caminantes, con la única condición de que
después de su estancia en él lo dejen limpio y ordenado. Es de reducidas
dimensiones, pero tiene unos tableros para literas, bancos arrimados a la pared
y una chimenea donde los caminantes empapados pueden avivar una hermosa
hoguera: algunos decidimos detenernos allí, mientras otros seguían su camino de
regreso.
Tras
el descanso, la comida y la conversación en el agradable ambiente que propicia
el fuego, continuamos el camino hacia Salentinos. Valle abajo, la lluvia
amaina, la temperatura sube y se puede pronosticar un atardecer agradable,
aunque al mirar atrás la sierra siga cubierta de nubes.
El río Salentinos, también llamado de la Tejera
A
la entrada del pueblo hay un viejo molino. Tiene limpia la acequia por donde
discurre el agua con normalidad y las compuertas están en buen estado: todo
indica que podría estar en funcionamiento. En efecto, fue molino harinero,
luego sirvió para producir la electricidad al pueblo y en la actualidad sigue
moliendo como antaño para los grupos escolares que lo visitan, y el pan de su
harina se vende en el bar del pueblo. Al lado del molino hay una piedra grabada
con el anagrama de la mancomunidad de los Cuatro Valles leoneses y junto a ella,
una llábana que sirvió para colar, hacer la colada con agua y ceniza.
Son
detalles para adornar una jornada que, aunque no pudo ser completa, deja en el
caminante la idea de un bello paisaje plagado de lugares interesantes, a los que
sería agradable retornar cuando el tiempo lo permita.
Por entre los piornales en flor
Las fotos son de Juan Lobelle
(El grupo de montaña La Peñuca
de Gijón realizó esta ruta el sábado, 7 de julio de 2012)
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