La
boca pobre es una expresión irlandesa que se refiere a alguien que siempre
habla mostrando sus quejas, sus muchas dificultades y problemas. Así es el
título de una novela (La boca pobre; Flann
O´Brien. Edic. del Serbal, Barcelona, 1989. Traducción del irlandés de Antonio
Rivero Tarabillo) que informa sobre los gaélicos de Corca Corcha, una región
donde llueve todos los días; allí donde las personas viven “en el fondo de la
casa” durmiendo sobre lechos de juncos y los niños crecen “entre cenizas”;
gentes que “nunca habrá otras como ellas”: una frase que aparece con frecuencia
a lo largo de la narración. Es un relato plagado de anécdotas como cuando pasó
por el pueblo un inspector de enseñanza que, al ver cómo vivían en una misma
estancia personas y animales, les explicó lo fácil que les resultaría construir
un pequeño cobertizo separado de la casa. En efecto, con la ayuda de los
vecinos construyeron “un hermoso cobertizo en las proximidades de la casa”; mas
“cuando mi abuela, dos hermanos míos y yo mismo llevábamos dos noches en el
cobertizo, estábamos tan helados y profundamente empapados que fue un milagro
que no desapareciésemos para siempre; y no encontramos alivio hasta que no
regresamos a nuestra propia casa y estuvimos de nuevo confortablemente
instalados entre el ganado”. Y es que “las cosas no son siempre como uno
imagina”, concluye el narrador.
Un abuelo
llega a casa sudoroso y asustado cuando ya comienza a caer la noche y se
dirige a su nieta:
- Hija mía,
no creo que debamos preocuparnos más por la cosecha ni si los animales se
crían adecuadamente. Estoy seguro que esta noche se acabará el mundo.
- ¿Cómo es
eso, abuelo?
- Seguro que
se acabará el mundo, pues he visto signos prodigiosos.
- ¿Signos
prodigiosos? ¿Acaso, abuelo, has visto gatos que ladraban, perros que
maullaban o hasta quizás un caballo que se dirigía a las personas con
palabras?
- No hija
no, no, signos más prodigiosos aún. Cuando venía por el sendero que conduce
hasta esta casa, me encontré con un caballero bien trajeado. Me aparté con
rapidez a la cuneta para dejarle pasar, pues como te digo era un gran
caballero… y entonces sucedió. Sucedió lo nunca visto, el signo prodigioso.
- ¿Qué
sucedió, abuelo?
- Pues que
aquel gran caballero me habló. Sí, me habló a mí.
- ¿Te habló,
abuelo? En verdad es algo prodigioso.
- Pero es
que me habló… en gaélico, hija mía.
- En verdad
abuelo, hay cosas que superan los límites de lo creíble. Si es verdad eso -le
dice finalmente la nieta-, no viviremos ni una noche más y hoy será sin duda
el fin del mundo.
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