Con inicio y final en Puente Vidosa:
Rubriellos, El Estosu, Derrabáu, Gioves, Baeno, Cruz del Pico y Puente Rampión
Ponga y Amieva son dos concejos
vecinos situados en la zona suroriental asturiana. Ambos disponen del curso
del río Sella, que nace en León, municipio de Oseja de Sajambre, y entra en
Asturias por Ponga para luego atravesar Amieva de sur a norte antes de pasar,
ya en su curso medio, al término de Cangas de Onís. El curso del Sella por los
dos concejos está acompañado por la N-625, que atravesando el Puerto del Pontón
es importante vía de comunicación entre el oriente de Asturias y las tierras de
León.
El río, aguas arriba de La Cruz de
la Lloreda, en su recorrido por la parte más oriental de Ponga, viene
encajonado en la espectacular foz conocida como Desfiladero de Los Beyos, donde
apenas queda espacio para la sinuosa carretera construida a mediados del siglo
XIX. Y sobre las profundidades de este desfiladero también se asoman las
montañas más occidentales de Amieva, en el límite entre ambos términos
municipales; allí acudimos los del grupo La Peñuca para una caminata propuesta
y coordinada por Alberto Noriega.
El Desfiladero de Los Beyos y, en la ladera, el caserío de San Ignacio,
lugar también conocido como El Beyu.
Se trata de un recorrido que
iniciamos y finalizamos en Puente Vidosa, en la N-625 desde donde sale también
la PO-2 hacia San Juan de Beleño, la villa municipal de Ponga. Al partir de aquí
a 250 metros de altitud, el ascenso no cesará hasta alcanzar la cumbre de la
jornada.
Y comenzamos este ascenso por una
larga escalinata que forma parte de una serie de tirolinas, ferratas,
rocódromos y puentes tibetanos; todo un complejo multiaventura para los amantes
de las emociones. La escalinata nos acerca a la cascada de Aguasalio que salta
desde las vallinas de Rubriellos; sigue después el camino por senda rodeada de
matorral y arboleda hasta llegar a Rubriellos (515 metros), una aldea deshabitada
desde la década de los setenta del pasado siglo. Queda allí, junto a las
paredes de lo que fueron viviendas y cuadras, la muestra de un hórreo beyusco;
pequeño, con techumbre a dos vertientes y sustentado sobre paredes de piedra,
donde se resguardan las cabras que se alimentan de los matorrales que casi
cubren lo que fue aldea.
Detalle de Rubriellos: ejemplar de hórreo beyusco.
Sigue la senda en ascenso mientras
al otro lado del valle se deja ver el caserío de San Ignacio, el centro de esta parroquia pongueta.
Pasado el collado Cocoba (785 metros) y cruzando la riega Llaganozos, por el
monte Valleyones llegamos al cueto El Estosu a 890 metros de altitud, donde hay
una cabaña en ruinas y donde realizamos un primer alto en el camino, no sólo
para tomar aliento y recuperar fuerzas en esta sinuosa subida.
Merece la pena asomarse al borde del
cueto para divisar al fondo del desfiladero la carretera y el Sella; y en la
otra ladera del valle, más pueblos de Ponga: Biamón, La Caviella y la iglesia
de Casielles en un altozano tras el que se nos oculta su caserío. Los dos
primeros, pueblos o deshabitados o de población estacional y Casielles, la
cabecera de la otra parroquia de Los Beyos; también en la ladera, la senda por
donde llegaba el cartero, una muestra de las dificultades de comunicación de
estos pueblos en un tiempo no tan lejano.
El ascenso en la hermosura del bosque.
El ascenso prosigue por La Cangona,
pradería donde debemos atravesar la alambrada de separación de pastos entre las
parroquias de San Ignacio y Casielles. Así llegamos al Derrabáu, amplia
pradería con la majada El Cuetu a 1 200 metros de altitud y varias cabañas en
ruinas; desde aquí sí es posible contemplar Casielles: la iglesia en el alto y
el caserío escalonado sobre la espectacular Foz de los Andamios, por donde se
trazó la pista de acceso al pueblo que sólo a finales del pasado siglo se
convirtió en carretera.
Pueblos de Ponga: Biamón, La Coviella y Casielles.
Al fondo, en el centro, asoma entre la niebla el Tiatordos.
Sobre nosotros ya se presenta
tentadora la cumbre de la jornada; alcanzarla no presenta más dificultad que
insistir en el ascenso, primero por pradería, monte bajo, después y algo de
piedra, al final. Y así llegamos a los 1 389 metros del pico Jucantu
(junto-al-cantu), sobre canales y terrazas que se asoman a Los Beyos, en la
linde entre los términos de Ponga y Amieva. Es un lugar espectacular: hacia el
oeste y el sur, la profundidad de Los Beyos y más allá, tierras de Ponga; al
norte, atravesando el cordal que oculta el Vallegón del Pandiellu, la pista de
entrada desde Amieva a los invernales por donde nosotros pasaremos más tarde.
El Jucantu se levanta sobre las praderías y la majada del Derrabáu.
Antes debemos abandonar el Jucantu,
donde la fuerte ventolera no permite una cómoda estancia, y descender hacia el
valle de Gioves, ya en el término de Amieva. En la majada de Gioves (1 122
metros) hay una cabaña con techo de piedra y una fuente con abrevadero, donde
nace un arroyo que alimenta al río de Redonda que más abajo se cruzará en nuestro
camino. Al fondo de esta majada, en un pequeño hayedo encontramos, olvidado ya
de forma definitiva el viento de la cumbre, un apacible lugar para la comida,
el descanso y la conversación.
Majada de Gioves, praderías y montes de Amieva.
Luego,
continúa el descenso por el valle hasta cruzar la riega del Lasprón, otra de
las que conforman el río de Redonda, que da paso a una buena senda en la ladera
del Sierrón de Agüergu. Es éste también un momento de gran belleza en el
camino: mientras atravesamos un frondoso bosque de carrascos, contemplamos a nuestra
izquierda, en la ladera del cordal que nos separa de Ponga, un espléndido
hayedo de los que tal vez sólo se puedan encontrar en los montes de Redes o de
Ponga.
Cuando llegamos a la Colladiella
estamos ya en el amplísimo Puerto de Baeno, del que forman parte los invernales
de Amieva que divisábamos desde la cumbre del Jucantu. Después de un buen
camino por entre prados cercados de alambre, está a 898 metros de altitud la
majada de Baeno con varias cabañas, y junto a una de ellas, la Cruz del Pico.
Aquí se toma una senda que nos descenderá hasta el fondo de Los Beyos: es lo
que en términos montañeros se nombra como un sedo, un atrevido paso aéreo.
En el Puerto de Baeno florece la primavera
para disfrute de los caminantes.
El descenso por este Sedo de la Cruz
del Pico nos ofrece, mientras nos acercamos al fondo del valle, una buena
panorámica del pueblo de San Ignacio, con todo su caserío escalonado en barrios
en la ladera de la margen izquierda del Sella. Es el único núcleo de población
de su parroquia, exceptuando la casería de Vidosa, hoy moderno hotel y lugar de
recreo donde nos espera el final del camino. Descender, en fin, desde la Cruz
del Pico es encontrarse en la majada Redonda a 467 metros de altitud antes de
cruzar sobre piedras el arroyo Baeno, el último que alimenta al río de Redonda
que surge aquí en un portentoso salto justo ante el puente sobre el que
nosotros lo cruzamos; un inevitable lugar para el espectáculo y la labor de los
fotógrafos.
Junto al puente, la espectacular cascada del río de Redonda.
De la majada Redonda salimos en
pequeño ascenso por un camino tallado en la roca, para luego descender por paso
escalonado en el hayedo de monte Cuevu hasta la N-625 en las proximidades de
Puente Rampión (240 metros). Desde aquí sólo un escaso kilómetro nos separa por
carretera de Puente Vidosa, inicio y final de esta emocionante caminata que
tuvo de todo: potente subida, cumbre airosa, praderías, bosques y precipitado
descenso para volver al valle; todo un conjunto de alicientes para quienes
disfrutamos caminando por la montaña.
Así empezó todo: la cascada de Aguasalio
y la escalinata sobre Puente Vidosa.
Las fotos son de Juan Lobelle.
(El
grupo de montaña La Peñuca de Gijón realizó esta ruta el sábado, 7 de mayo de
2016).
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