Para "ver muchas leguas de tierra, columbrar el mar lejano, contemplar a sus pies los pueblos..."

viernes, 5 de agosto de 2011

POR EL PARQUE NATURAL DE REDES

A la sombra de los picos Maciédome y Tiatordos

El Parque Natural de Redes se extiende por los municipios de Caso y Sobrescobio, con opciones de incorporar también otros limítrofes (Laviana, Ponga…), en la cuenca alta del río Nalón, aunque una pequeña parte vierte aguas al Sella. Los picos Meciédome y Tiatordos son las mayores alturas en la margen derecha del Nalón, en el Cordal de Ponga, la alineación montañosa más septentrional de las que estructuran el Parque. La parroquia de Sobrecastiello, por donde hoy discurre nuestro andar, es la más extensa de las diez que integran el municipio de Caso; tiene su centro en Bezanes y cuenta con otras aldeas como Soto, Belerda, La Foz o Pendones, que será inicio y final de esta caminata que siempre tendrá como referencia los dos picos señeros, y que podemos dividir en tres tramos: la subida desde Pendones hasta la cima del Maciédome; el descenso de esta cumbre y el largo, aunque llano, camino hasta la majada de Tiatordos; y, finalmente, el descenso desde esta majada hasta Pendones.
El primer tramo es una subida constante desde el momento que cruzamos el puente sobre el río Pendones y tomamos la pista por la que discurre el PR.AS-65.1, que pronto abandonamos para seguir la senda que trepa por la montaña, ofreciendo vistas del río Nalón al fondo de su valle. Pasamos así por La Llongar, con su cabaña recién arreglada, la majada de Pandevilla y llegamos a la vega Texéu, que nos regala con una esperada fuente. Tras el breve descanso al lado de la fuente, la subida continúa hasta la collada y majada de Llagu: varias cabañas abandonadas, bastante ganado vacuno, vistas a los dos valles, Ponga y Nalón, y la proximidad de la cumbre que ya se adivina a nuestra derecha.

  Majada de Pandevilla

 La majada de Llagu en el camino del Maciédome
       
        Para llegar a la cumbre, aún queda una hora de camino: primero por una senda casi llana que bordea el pico hasta llegar a la campa Empuéu; luego por la Pandona, una canal de piedra en la que se trepa hasta llegar a la cumbre. Mientras subimos, para tomar aire volvemos la vista atrás y vemos al fondo, muy al fondo, el río Nalón y los pueblos de Bezanes y Soto; mucho más arriba, Brañagallones con la espectacular pista que le da acceso y cumbres como el Cantu del  Oso. Desde los 782 metros de altitud de Pendones hasta la cima del Maciédome (1.899 metros) se ha superado un desnivel de algo más de 1.100 metros en tres horas de agradable caminar, y arriba espera un bonito panorama; pero la niebla que sube del valle de Ponga nos oculta el resto del Cordal. Por fortuna, pasados unos minutos, la niebla que no para vuelve hacia abajo, se refugia en el valle y deja ver la punta descarnada del Tiatordos y, a sus pies, la majada hacia donde luego caminaremos. A lo lejos, están los Picos de Europa cubiertos por la niebla, pero cuando el viento se la lleva a otra parte los podemos ver e intentamos adivinar la silueta de algunas cumbres.

El pico Maciédome visto desde Pandevilla

       Hay que deshacer el camino, descender de nuevo a la collada de Llagu y allí buscar el lugar adecuado para el tiempo dedicado al bocadillo. Comienza así, por el Cordal de Ponga, el segundo tramo de la caminata; primero entramos en el concejo vecino para, atravesando el collado de Pandellanza, volver de nuevo a Caso e internarnos en el monte del mismo nombre. Este monte de Pandellanza es un inmenso hayedo que cuelga de los paredones rocosos de la Xerra del Vallín: recorrerlo es una de las mayores delicias que puede ofrecer el montañismo. Con las hayas en su mayoría jóvenes y lo suficientemente espaciadas para dejar paso a una luz tamizada que sólo puede regalar este tipo de bosque, el hayedo de Pandellanza se nos ofrece como el más bonito de los muchos que hay en Asturias. Y por si esto fuera poco, aún nos espera una agradable sorpresa: entre las hayas que van causando nuestra admiración, de repente nos encontramos con dos robles tres veces centenarios. Uno de estos robles presenta una talla majestuosa, con un tronco que tres personas juntas apenas podrían abarcar; el otro, de una talla también considerable aunque algo menor, ha sido, como el olmo del poeta, “hendido por el rayo” en 1988 y también está medio podrido, pero no por eso han dejado de salirle “algunas hojas verdes”. Ya abandonado el hayedo, encontramos la fuente de Xerús que dicen, la más fría del concejo de Caso y cuyas aguas bajan de un manantial en la misma roca del Tiatordos. La majada de Tiatordos está a pocos pasos, y allí es obligada una parada para contemplar el verdor de la pradera, el ganado que en ella pasta y, en la cumbre, la niebla que sigue jugando con el viento. 

El pico Tiatordos, desde la cumbre del Maciédome
       
        El descenso hasta Pendones se hace por la llamada Ruta del Tiatordos por ser la habitualmente usada para subir al pico. Descendemos por la majada del Pláganu, donde hay una fuente que es el nacimiento de la riega El Palombar. Después, por la Foz del Palombar bajamos hasta encontrar el camino que, entre prados de hierba a la orilla del río Pendones, nos lleva hasta el final de esta caminata ideal para los verdaderos amantes de la montaña. Y es entonces, al concluir este mágico recorrido, cuando nos vienen a la memoria unas palabras inspiradas en las que escribió Manuel Vicent en su libro León de ojos verdes refiriéndose al mar, navegantes y marineros:
Hay trotamontes que van disfrazados de montañeros, pero la montaña te bautiza con su nombre después de que le hayas dado suficientes pruebas de que eres esforzado al mismo tiempo que precavido; y también, cuando hayas aprendido a contemplar su belleza y sus misterios. Sólo entonces te conviertes en un auténtico amante de la montaña por dentro y no por fuera.
A tenor de esta reflexión, es por lo que consideramos que no se debe cruzar la vega Texéu sin pararse a mirar atrás para contemplar las caprichosas formas que la erosión dibuja en la roca; ni, atravesar a la carrera el monte de Pandellanza sin detenerse  siquiera ante el roble herido para palpar la madera de su tronco y admirar el milagro de su rama verdecida; ni, pasar al trote por la majada de Tiatordos sin embelesarse ante la belleza de una flor y, por qué no, estimar la calidad de su cabaña ganadera. Porque si lo primero lo puede hacer cualquier buen atleta, lo segundo distingue a un caminante que da muestras de su amor a la montaña: un buen montañero. Y esta caminata que acabamos de relatar a la sombra del Maciédome y Tiatordos no tiene desperdicio para ello.

Las fotos son de Juan Lobelle

        
                     (El grupo de montaña La Peñuca de Gijón realizó esta ruta el sábado, 30 de julio de 2011)

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