Para "ver muchas leguas de tierra, columbrar el mar lejano, contemplar a sus pies los pueblos..."

martes, 17 de enero de 2012

DESDE NOREÑA HASTA GIJÓN

Una caminata por las parroquias de San Martín de Anes y L’Abadía Cenero

El Grupo de Montaña La Peñuca quiso iniciar su temporada 2012 con una ruta de senderismo adecuada para estas fechas de invierno y, quiso además, que el guía  fuera el propio presidente del Grupo, Albino González Ordiz, vecino de la parroquia gijonesa donde debe finalizar la ruta. Hace tiempo que yo tengo en mente realizar la caminata desde Noreña hasta Gijón; hay varios itinerarios, todos fáciles e interesantes, pero ahora ajustémonos al que propone La Peñuca, pues tiempo habrá para realizar otros entre los muchos posibles. 


Si partimos de la villa condal de Noreña, por obvias razones geográficas nuestro caminar pronto será por el municipio de Siero; nosotros lo haremos hacia el norte por la parroquia de Anes, la más extensa de las 28 que componen este municipio.  Comenzamos la caminata en el hermoso paraje que rodea la ermita del Ecce-Homo en Noreña, y pronto cruzamos la AS-245, la llamada carretera carbonera, primera vía de comunicación entre la cuenca minera del Nalón y Gijón; pasamos junto a la gran finca amurallada que contiene el palacio de Agüeria y nos acercarmos a la iglesia parroquial y cementerio de San Martín, en el lugar de Casa de Anes. Subimos luego por la sierra de Picaplana, contemplando el disperso caserío que la ocupa y bajamos hasta El Mesón de la Tabla para encontrarnos otra vez con la carretera carbonera. Aquí podemos contemplar la antigua trinchera del Ferrocarril de Langreo que, tras un paso a nivel, llegaba al túnel de Conixho, la estación y el plano de San Pedro. Fue éste, como se sabe, el tercer ferrocarril construido en la Península Ibérica, y el de Conixho, proyectado por el ingeniero y político José Elduayen Gorriti para unir los valles de Noreña y Ruedes, el primer túnel ferroviario de importancia. Después del túnel, estaba la estación de San Pedro y, desde allí, el tren bajaba a La Florida por un plano inclinado que funcionó en principio por un sistema de doble vía y luego por una máquina de vapor fija: fue el primer plano inclinado de ferrocarril  utilizado para el transporte de viajeros. Todo esto es historia, pero no tan antigua; por el paso a nivel de El Mesón de la Tabla circuló el tren de viajeros hasta 1963, aunque la vía se siguió utilizando hasta 1985 para el transporte de estériles de la minería que fueron rellenando el plano. 

Pradería en la parroquia de Anes

Nosotros cruzamos también la carretera y el río Noreña para subir por una pista de tierra hasta La Pañeda Nueva; desde allí por camino de asfalto llegamos hasta Güergo pasando antes por la aldea de Faéu. Entre estos dos lugares tenemos una buena atalaya para contemplar al otro lado de la loma de Conixho gran parte de la parroquia gijonesa de Ruedes, las instalaciones de la empresa T. S. T. donde estuvo la estación de San Pedro y el espacio que ocupó el plano, cubierto con una plantación de árboles autóctonos. La aldea de Güergo es bonita, con casas bien arregladas y varios hórreos bien conservados; a la salida del pueblo, en una finca cercada, hay una ermita donde cada año se celebran animadas fiestas a las que acuden vecinos de toda la parroquia. 

Interesante panera en el pueblo de Güergo

Tras la fuerte bajada de Picalloréu llegamos al arroyo del Forcón que en casi todo su recorrido sirve de límite entre los municipios de Siero y Gijón, antes de entregar sus aguas al arroyo de Vega que las lleva hasta el río Pinzales. Cruzamos el arroyo por un puente de piedra y entramos en la parroquia de Cenero, la más extensa de las 26 que componen el municipio de Gijón. Luego, por el llamado Camín del Molín del Prau vamos ascendiendo hasta llegar a Peñaferruz: aquí, en el Centro Social, un edificio escuela rehabilitado, a la vera de la Pica Sergio, es el lugar elegido para el descanso y la comida. 

La Pica Sergio destaca en el paisaje de Peñaferruz

Estamos en las Brañas de Curiel que ocupan toda la parte sur de esta parroquia, la que conserva mejor su carácter rural, agrícola y ganadero. Curiel, según los estudios de Cristina Cantero Fernández patrocinados por la Academia de la Llingua Asturiana, es un topónimo que alude en la alta Edad Media a un castillo al que debieron pertenecer estos territorios; aunque ya a partir del bajo medievo y hasta tiempos modernos, el también llamado Monte o Coto de Curiel fue dominio de la Casa de los Valdés de Trubia y los Marqueses de San Esteban y de Revillagigedo. En la actualidad lo componen tres núcleos de población asentada en caseríos dispersos: Peñaferruz, Carbaínos y Aguda.
De Peñaferruz salimos rodeando la Pica Sergio para bajar por el Camín del Formigu hasta Río Bravo, dejando a nuestra izquierda una grande y bien cuidada plantación de manzanos. Después de atravesar el río, el Camín de la Cuesta Galindo nos sube hasta  el Camín de la Llomba que nos llevará hasta las escuelas de Carbaínos, hoy convertidas en Centro Social, y desde allí, abandonando la carretera de Piñera, más subida hasta los Llanos de Aguda, que es, en efecto, un lugar llano en el punto más alto (279 metros) de la parroquia. Desde Los Llanos la panorámica es total: a nuestra espalda dejamos el valle de Ruedes por donde discurre el trazado del ferrocarril y vemos pasar el tren hacia el apeadero de Aguda; al frente, la AS-2 y el cerro de Veranes con los restos de la villa romana y la torre de Salvamento Marítimo; más a la derecha, la zona industrial de Veriña, Jove, El Musel… y todo el centro urbano de la ciudad; y más a la derecha aún, la vista alcanza hasta la torre de la Laboral.

Panorámica desde Llanos de Aguda

Es en Los Llanos donde los caminantes pueden demorarse contemplando el panorama; más,  si tenemos en cuenta que ya pronto toca a su fin esta caminata que fue un intrincado laberinto de caminos de tierra, caminos hormigonados y carreteritas de asfalto, en el que resulta difícil orientarse si no se cuenta con un guía perfecto conocedor de la zona como Albino González: no en vano fue durante un lustro presidente de la comunidad vecinal de Cenero. Sólo resta entonces, el descenso hasta Salcedo, en la AS-18, adonde llegamos desde Noreña después de recorrer las dos parroquias más extensas de los concejos de Siero y Gijón.


Las fotos son de Juan Lobelle

                                          
                             (El grupo de montaña La Peñuca de Gijón realizó esta ruta el sábado, 14 de enero de 2012)



sábado, 7 de enero de 2012

COSECHA DE LECTURAS (II)


Se incluye hoy en esta Cosecha de Lecturas un suceso que Joaquín Leguina narra en su obra La luz crepuscular (Edit. Alfaguara. Madrid, 2009). 

        Estamos ante una novela con “notable componente autobiográfico”, advierte el autor en nota previa, excepto en “lo que se refiere a la vida sentimental y familiar del protagonista”; una interesante crónica de una época, escrita por una persona que vivió los acontecimientos en primera línea y que además sabe contarlos mezclando de forma magistral realidad y ficción. En esta muy recomendable novela se habla de Mayo del 68 en París, donde ocurre esta anécdota que refleja muy bien el carácter de los personajes que en ella intervienen. He aquí mi relato de la misma:


En el fulgor de aquellos acontecimientos parisinos, encontrábase el autor teatral Fernando Arrabal, a la sazón activista ocupante del Colegio de España en la Ciudad Universitaria, en plena actividad construyendo una barricada junto a un grupo de jóvenes que derrochaban el mismo frenesí que nuestro eximio escritor. La casualidad hizo que pasara por allí el irlandés Samuel Beckett, también autor teatral y residente en París donde ejercía como lector en la Escuela Normal Superior. Beckett, autor de importantes obras de teatro como Esperando a Godot y Fin de partida que le llevarían a Estocolmo para recoger el premio Nobel de Literatura al año siguiente de lo que aquí se relata, contempló entre incrédulo y sorprendido la frenética actividad de Arrabal.
- ¿Qué hace usted ahí, señor Arrabal?, -preguntó, dirigiéndose al dramaturgo español.
- Pues ya ve, señor Beckett -contestó Arrabal, derrochando entusiasmo- estoy haciendo la revolución. Poniendo un poco de imaginación para cambiar el mundo.
Beckett le miró de nuevo sonriente y dio por finalizado el acto diciendo:
- Pero qué dice usted, hombre de Dios. Dentro de cinco años todos estos jóvenes que le rodean se habrán hecho notarios.